Entonces qué somos sino más que escombros de un amor efímero derrumbado, por los desastres del mismo sentimiento no recíproco por parte de uno de los dos.
Este determinado periodo de llorar por unos cuantos momentos, recordarnos lo felices que fuimos o que pudiésemos haber llegado a explorar.
Pero pareciera que así como llegamos, así nos vamos;
corremos del amor, de la sensibilidad del mismo…
Corremos del enfoque y, la emoción de ver triunfar a un ser amado.
"Me sorprende que aún haya hombres que nos entreguemos por completo, como poniendo el pecho a las balas del desprecio, del dolor, como un acto de valentía, aún cuando temblamos de miedo."
Pero así funciona el amor y, sus fundamentos colaterales y, extrovertidos, esperando atacar cuando menos lo buscas, pero cuando más lo necesitas.
Estragos del tiempo y, del sufrimiento ajeno a toda norma del romanticismo, creemos alcanzar la gloria en un solo beso, en un orgasmo, en un clímax atípico de lo necesario y, cerca de lo banal.
¿Pero qué podemos hacer? Más que disfrutar incluso de los tropiezos, radicando la magia artística que habita en cada persona, en especial cuando se sufre, pues el dolor es el íntimo amigo y, consejero de aquellas grandes personas dedicadas al arte, para así poder dejar grandes poemas, hermosas pinturas, canciones únicas…
No obstante, el sufrimiento es la mejor dosis para el arte y, en especial, para tratar de huir del sufrimiento continuo a causa del amor mismo.
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