¿Por qué llora la tierra?

 Jarhasti tsïtsïki sesi jasï ma, 
 enka isï arhínajka uachákata tsïtsïki, 
 jianjkani uénasïnti tsïpantani enka janíntskuejka.
  Xani sesï jarhásti i tsïtsïki jimá jukákuarhu juatarhu, 
 noma xani sesï jaxisti esïka uachakata tsïtsïki, 
 enka juatarhu jikuajikuajkuni jaka.

Los árboles caen, pero el ruido producido por estos es solapado por la  orquesta nocturna, las estrellas dominan el firmamento y aunque la neblina pareciera subyugar todo el lugar; ellas claro, realzan su dominio al ser quien guía el hacha de entre las manos de quien continúa su labor decidida.

El viento sopla y con delicadeza mueve las hojas de los árboles; provoca ese peculiar ruido que armoniza perfectamente con la salida del sol. Todo el lugar se llena de ese encanto a pesar de que lleva bastante rato trabajando.

Al poco rato, sus pasos cansados pero decidíos emprenden el  camino de regreso a casa con el fruto de su esfuerzo, el cual marca el camino de su deceso; aún falta mucho por hacer.

Uno pensaría que eso es parte del devenir diario, pero para el protector que ha estado ahí por amaneceres, observando entre sus hermanos el quehacer de los hombres, para el gran sabio que en estos momentos es arrastrado después de ser despojado de sus raíces, es sólo el principio de un camino gris.

Aquel camino que también arrastra consigo las pequeñas y delicadas flores de Capácuaro, Michoacán, la tierra que los vio nacer llora su partida, pero muy a su pesar sabe que no hay manera de que se queden a su lado.

Extrañará a sus gigantes y firmes guardianes, aquellos que cubren de verde los cerros y traen consigo ese aire vital.

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Extrañará las coloridas faldas de sus flores, sus infantiles risas, los suspiros de amores contenidos, sus llantos de tristeza. En algún punto se pregunta quién hará que de los fogones salgan esos dulces aromas que avisan que la comida esta lista.

 Xani sesï janharhika esïka tiríapu jini ionharhini, 
 ka isï sapírhati tsïpani, ka xani sesi tsïpambesïndi, 
 ka uachasï jeuejkurhani.
  Ka jimá teruarhani sesi jasï jájkundijka, 
 mentku p'untsup'untsujkuntini tsïpatarhu, 
 esïka charakuecha enkaksï andajpinutini jarhájka ixú parhákpinirhu. 

La madera es preparada y lijada; pronto se convertirá en una pieza más de una estructura  que muestra muy poco de lo que en verdad representa. Y así sin más echan a andar, el camino es gris, opaco y agrietado ni las coloridas faldas de la flor ni el típico café de los restos del guardián logran darle un poco de la vida que dejaron atrás  

Son tan diferentes los olores, los colores, hasta el canto de su gente es diferente, la flor de a poco parece marchitar, tiene miedo; ahora ella llora por su tierra, la extraña pero no tiene tiempo, porque es tan efímero como el color del cielo que cede ante esa nube grisácea.

Camina decidida a no morir, la flor se dispone a cantar; todo el mundo muestra como el árbol dio su vida por el arte que ella con orgullo exhibe y pone precio.

Su marido, sus hijos e hijas, sus hermanas y hermanos pronto echarán raíces. A orillas de la carretera crean un rincón que de a poco tiene un aura parecida a la tierra, que desde lejos sonríe con tristeza.

 Ka mentku iméeri xarhíandikua xani sesï xunhápini, 
 ka chkuri jemba mentku jikuajikuajkuni.
  Ma nanaka sapichu isïsti esïka inde tsïtsïki tsïtsïki juatarhu anapu, 
 no uétarhinchkusïndi atánharhintani.
 Kuaurani imeri charhonharhikua, 
 ka xani sésika mentku tsimarhani terúpakusïndiksï. 

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Fuentes

• Elizabeth, P. (2016) La creación de poesía purépecha: soporte literario para fortalecer la lengua y cultura indígena.