No importaba quién estuviese en mi cama, siempre me parecía estar vacía.
Llena de sexo impuro, llena de olor a cigarrillos y alcohol, no importaba la hora, nunca tenía con quien hablar o abrazar, aunque tuviese unas caderas increíbles a mi lado.
"Supongo que cuando una persona se marcha, viene con ella una soledad infinita, llena de desprecio por si mismo."
Se habían escapado de mí esas ganas infinitas de comerme al mundo, para ver cómo el mundo me tragaba de un solo mordisco. La soledad era el precio justo, por haber amado tanto.
¿Cuántas veces te tuve en mis brazos, en mi piel, en mis besos? Bastaron unas cuantas ocasiones, para comprender, que probablemente tendré a alguien más esta noche, pero que no importa quien sea, como se llame, si es rubia o pelirroja, que jamás nadie llenará este vacío.
Y veme aquí, solo y triste. Esperando que vengas una noche, para mejorarme el resto del año, para poder morir en tus brazos semicalidos y, tus labios húmedos…
Así que te espero, esta noche y, tal vez la de mañana, pero por favor, no tardes. No sé cuanto tiempo pueda resistir este dolor que me esta matando poco a poco.
Por ende, te seguiré esperando, seguiré fumando un cigarrillo mientras aguardo a que vengas, que me abraces y, que esta vez no huyas buscando unos nuevos brazos y unos labios con sabor a licor. ¡Ven, hagamos el amor o el odio! No importa, mientras sea sincero el sentimiento, ya sea muerto o en pleno hallazgo, solo requiero que vengas y, esta vez dejes de correr.
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