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Ecología

El precio de la industrialización: la lucha por la vida en los municipios del infierno ambiental 

Fotografías: Karen Melo

Adriana Suhaste es habitante del municipio de Apaxco, Estado de México; también es madre, hija y hermana. Pero lo que para ella, al igual que para una gran parte de la población que habita cerca del corredor industrial Tula-Tepeji-Apaxco, debería ser el lugar ideal para vivir, hoy se desmorona frente a sus ojos a causa de enfermedades cancerígenas que llegan a su cuerpo como efecto de la contaminación. 

Esa misma industria que es ovacionada desde Palacio Nacional por su impacto en el Producto Interno Bruto (PIB), infecta los cuerpos de quienes a diario salen a sobrevivir entre plantas de cemento y agua contaminada, con poco aire para respirar y el miedo latente de que uno de sus seres queridos sea el siguiente. 

Adriana posa para un retrato.

Para Adriana la vida no es la misma desde hace algunos años:

«Me diagnosticaron en octubre de 2019 cáncer cervicouterino. A partir de ahí he mantenido mi tratamiento con quimios y radioterapias y una cirugía de histerectomía total», contó mientras sujetaba sus documentos en un folder que se ha ido llenando poco a poco. 

El corredor que se extiende desde la zona sur del Valle del Mezquital hasta llegar al municipio de Tula, en Hidalgo, ha sido foco de múltiples infecciones que afectan la salud pública, muchas veces de manera letal. Para la comunidad, el enemigo es silencioso:  se respira, se bebe y se come. Ataca sus pulmones, riñones y la piel, ningún órgano se escapa.  

A pesar de esto, Adriana no desea ni tiene los recursos económicos para mudarse a otro lugar, porque ¿cómo se deja atrás toda una vida?

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Letrero sobre la carretera federal Jorobas-Tula que indica la zona industrial de Hidalgo.

Manuel Olguín, damnificado tras la inundación del río Tula y vicepresidente de la Red de Conciencia Ambiental Queremos Vivir, tampoco lo sabe, pero sí tiene incertidumbre sobre el futuro de Hidalgo, la región que, al igual que sus cerros, se derrumba. Sí de algo está seguro, es que no conoce a «personas que no hayan tenido problemas de salud, ya sean enfermedades respiratorias, cánceres o dermatológicas». 

Incluso con Norma Reyes, activista de esta misma red, las enfermedades ocasionadas por la contaminación llegaron al primer círculo familiar y le arrebataron a quien por años fue un ejemplo a seguir. 

La constante es la misma, las historias parecen interminables y cada una se vive y sufre como ninguna otra: entre el acompañamiento y la rabia que deja la inacción de los tres niveles de gobierno. 

La hermana de Adriana falleció de cáncer en 2003, la madre de Manuel en el año 2019 y el padre de Norma murió de fibrosis pulmonar hace 11 años. En muchos de los casos la industria que les ‘da de comer’, es la misma que les arrebata a sus seres queridos. 

Tula de Allende fue declarado por la propia Secretaría de Medio Ambiente y Recurso Naturales (SEMARNAT) como uno de los «Infiernos Ambientales de México» en 2019; para entonces, la crisis climática era inminente.  A pesar de ello, la industria no cesó actividades, por el contrario, al día de hoy el gobierno federal insiste en terminar la planta coquizadora de la refinería «Miguel Hidalgo», firmada con ICA Flour en 2014. 

“Entonces, ya decidimos echar a andar la planta de nuevo o seguir la construcción de la planta. Nos va a demandar una inversión de 2 mil 500 millones de dólares, pero son las decisiones que estamos tomando», dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador durante su conferencia matutina del 6 de mayo de 2021.

Vista aérea del corredor industrial Tula-Tepeji.

Estas decisiones contribuyen a que desde el 2015 las muertes por enfermedades respiratorias aumenten de manera exponencial; lo que comenzó como una crisis ambiental, hoy urge sea declarado como una crisis de salud pública. 

Violeta Arellano, activista de la Red de Conciencia Ambiental, propone que sea declarado como una RESA, una Región de Emergencia Sanitaria y que, con los estudios de sangre que está realizando el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías  (CONAHCYT), antes CONACYT, para demostrar la relación de la condición ambiental y el daño a la salud, el gobierno «pueda ir restaurando, pueda ir remediando». 

Empresa «Clarimex» durante la jornada de trabajo nocturna.

Adicionalmente, el estudio «Gases de efecto invernadero como elementos explicativos de los casos de cáncer en el estado de Hidalgo en 2015» realizado por la Universidad de Hidalgo (UAEH), estima las repercusiones que generan los gases de efecto invernadero sobre la salud de la población hidalguense a partir de un modelo probabilístico por cada municipio de la entidad. 

De acuerdo con los investigadores Juan Guerrero y Sócrates López «la relación del cambio climático (CC) con la salud de los grupos humanos tiene que ver con el incremento de 250 mil defunciones extras anuales al facilitar las condiciones de aumento de enfermedades, malnutrición, estrés calórico», así como alergias y cánceres en municipios como Atitalaquia, Tula de Allende, Mixquiahuala, Atotonilco de Tula, Tlaxcoapan, Tlahuelilpan y Tepeji del Río.

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Impacto de los Gases de Efecto Invernadero por municipio, en Hidalgo.  

Desde la década de los 60 se han instalado diversas industrias en la región y  actualmente representan una parte importante del PIB, que aunque en 2020 sufrió una caída de -17.2% en las actividades secundarias como son la minería, la construcción o la distribución de energía eléctrica, en 2016 significó el 1.6% del PIB nacional de acuerdo con la Secretaría de Economía. Es decir, se colocó en el sitio número 20 a nivel nacional debido al impacto de su industria.

Una vez que pones un pie en la localidad, es casi imposible no percatarse de los uniformes color naranja de los empleados de la refinería o grises y azules de los de las cementeras. «Aquí cerca está Geocycle, que es otra de las plantas donde igual yo estuve trabajando en seguridad privada» contó Adriana tras mencionar que su hijo también labora en Fortaleza.

La industria que prevalece en el lugar son «las cementeras Fortaleza, Cemex, Cruz Azul y Tolteca; la central termoeléctrica Francisco Pérez Ríos de ciclo combinado en Tula de Allende de la Comisión Federal de Electricidad; la refinería Miguel Hidalgo de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y la industria química de apoyo a refinados». Sin olvidar que en Apaxco se encuentra Holcim —antes Cementos Apasco—, industria relacionada con la obtención de la piedra caliza de los cerros y la quema de residuos tóxicos.

Vista aérea de la empresa Holcim y su impacto en Apaxco, Estado de México. 
Fachada de la empresa Holcim en Apaxco, Estado de México. 
Calentadores solares en la azotea de un habitante de Apaxco, Estado de México.

De acuerdo con el Doctor Refugio Choreño Gómez, en México existen 36 cementeras, de las cuales 7 se encuentran ubicadas en el estado de Hidalgo. Estas producen el 40 por ciento del cemento a nivel nacional, industria reconocida como la tercera más contaminante a nivel mundial: 

«Hay aspectos bien importantes que generan los gases en la producción de cemento: efectos tóxicos, sobre todo las dioxinas, los furanos y los policloruros, mutagénicos y cancerígenos».  

Como si se tratara de una regla más que de una excepción, quienes habitan en Hidalgo tienen uno o más conocidos que han sufrido algún tipo de padecimiento relacionado con las condiciones medioambientales y, en el peor de los casos, saben de alguien que ha perdido la vida por las mismas causas. 

«Mira, sí cada quien hiciera lo que tiene que hacer nada de esto sería necesario, sin importar que fuera refinería o que fuera termoeléctrica», aclaró Manuel en otro momento de la entrevista sin demostrar mucho ánimo, como en quien la confianza se convierte en un anhelo poco esperanzador.

Desagüe empresarial que desemboca en el río Tula.

El impacto ambiental que ha provocado esta crisis en la vida de los hidalguenses se ha visto reflejado en el desborde del río Tula el 7 de septiembre de 2021. 

«Durante más de 48 horas Tula de Allende estuvo bajo el agua», narró la periodista Beatríz Guillén en El País. El resultado del desvío de aguas residuales —decisión tomada por las autoridades según se daría a conocer posteriormente en un documento interno de la Conagua— fue de 16 pacientes fallecidos. 

Rio Tula ubicado en Hidalgo.

El impacto de este desastre sigue sin repararse, pues a los damnificados de aquella trágica madrugada se les prometieron 30 mil pesos para resarcir el daño, de los cuales solo se les otorgaron 10 mil o en ocasiones algunos electrónicos de línea blanca, según el testimonio de afectados pertenecientes al colectivo Todos Somos Tula. 

El desborde del río dejó inhabilitado un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que se encontraba cerca del cauce y colapsó la red eléctrica; el personal médico trasladó a los pacientes a otras instancias en lanchas y muchas veces cargó sobre su espalda al personal de enfermerías. Sin saberlo, esto se convirtió más tarde en el reflejo de un sector salud que no cuenta con la infraestructura necesaria para atender padecimientos especializados en la entidad. 

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Para realizar sus quimioterapias y radioterapias, Adriana debe trasladarse al Hospital General Siglo XXI, ubicado en la Ciudad de México, pues es uno de los pocos que a nivel nacional que pueden mitigar éste y otros padecimientos. 

Las condiciones en las  cuales se desarrolla la vida en la periferia del corredor industrial Tula-Tepeji-Apaxco no solo se ven afectadas por la emisión de gases de efecto invernadero o los polvos que la industria cementera emana de su producción. A los gases se sumaron la sobreexplotación de los mantos acuíferos, la acumulación de las aguas residuales provenientes de la Ciudad de México y la quema de residuos sólidos urbanos. 

«Algunos médicos me comentaron que podían ser varias cosas: unos que la premenopausia, otros que eran reumas. Algunos decían que también podía afectar la alimentación y la contaminación», concluyó Adriana poco antes de recibir una llamada de su hermana para saber cómo seguía. 

Vista de la refinería «Miguel Hidalgo» durante la jornada laboral nocturna.

La declaratoria de esta región como zona de emergencia sanitaria no puede esperar más. 

La vida de las y los hidalguenses y quienes habitan en este corredor industrial debe pesar más que decenas de toneladas de cemento. Las autoridades deben resarcir la vida de quienes, como Adriana, se aferran a la tierra en la que la industria ha encontrado un suelo firme para cimentar  enfermedades y construir muertes. 

Habitar en estas condiciones difícilmente se puede llamar vida y más sí esa vida que se anhela está marcada por la ausencia de seres queridos que hoy sólo guardan en su memoria y, paradójicamente, en tumbas esculpidas con cemento. 

**Investigación publicada originalmente en el sitio de la Red de Periodismo, Investigación e Incidencia

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