Capítulo siete
Buscados
Esto es un desastre, las personas que «aparecieron» en el convento están locas, apenas tenemos dos días y ya han roto un foco, un celular y un televisor. Su relación con la electricidad no es muy buena, se me cae la cara de vergüenza con Andrés, su casa es un desastre, por lo menos Lalo ya está mejor, apenas y contestaba con monosílabos.
Pero lo intrigante son nuestros invitados, sabemos bien de dónde salió el chico, quien por cierto viste de forma elegante, su cuello alto y blanco parece incómodo, pero en realidad parece un traje que al llegar a casa se entraba empapado que se lo quite, un error porque al despertar dio un grito, nos dijo «cuatreros» y se arrinconó mientras aventaba cosas. No hemos podido hablar con él ni vestirlo.
Con la chica la situación empeora, para empezar no tenemos idea del cómo la entramos, en un minuto seguíamos un grito lejano y al otro tropezamos con ella, no habla, solo nos mira y hace algunos ruidos, intentamos buscarla como desaparecida y al tratar de ver si coincide su cara tomó el celular y lo estrello.
No sabemos nada, entonces decidí preguntar por los pozos y la respuesta me sorprendió, ambos hablaron sobre un río que te lleva, el chico se refirió como sinuoso mientras la chica se llevó las manos al cuello pero ambos coincidieron en que regresa por ti.
Después de eso poco a poco tuvimos un acercamiento, ellos comían con nosotros lo que fue un gran avance hasta que encendimos la televisión en donde se habla del cierre de las restauraciones en Puebla debido a las manifestaciones de los padres y compañeros del estudiante muerto, en estos inmuebles no supimos más porque tiraron la tele con una escoba.
Por lo que pensamos en hablar con el padre del convento, les conseguimos ropa en el mercado local y nos dirigimos hacia el ex convento, pero nos encontramos con una camioneta que impedía el paso y sentí miedo cuando el hombre preguntó por qué íbamos para allá.
—Vamos de visita, son mis primos de México y quería traerlos a andar— respondió Andrés con rapidez después de un largo momento incómodo en el que me imaginé como víctima del narco el hombre nos dijo que estaba cerrado hasta nuevo aviso por lo que nos fuimos con rapidez.
Sin ideas decidimos regresar a la casa de Andrés no sin antes pasar a comprar un poco de comida al pueblito cercano. Mientras Andrés y Lalo deciden qué podíamos comprar me acerco a un vendedor cercano de los tan famosos Pastes, no tenemos mucho capital pero en verdad huelen ricos y con ambos agarrados de la mano compramos cinco.
El hombre sin dejar de mirarnos nos lo entrega con desconfianza, pienso que es por las marca de quemaduras en ella así que me dispongo a pagar —Llévatelos así, niña— dice con un tono nada cortés, más bien con enojo y estando apunto de contestar mal una voz me detiene en seco.
—Don Juan, por qué tanta amabilidad— responde Andrés.
—Pinche chamaco pendejo ve nomas lo que fuiste hacer— responde el hombre mientras empieza a recoger sus cosas.
—¿De qué habla?—
—Hazte pendejo y todavía la traes paseando. Vendrán por ella y eso será tu culpa—.
—Perdone no entiendo quién va venir por quién— interrumpe Lalo con las cosas en la mano metiéndose en el camino de Don Juan impidiendo que avance más.
—Quién se los llevó, hasta donde yo sé—
—¿Quién se lo llevó?— le interrogó terminando de acorralar al pobre hombre.
—Miren, yo no sé, mi suegro era quien me dijo sobre ella, él sabe de estas cosas, es como un santero. Lo que sé es que la lluvia no parará hasta llevarla— dice el hombre mientras vuelve a acomodar sus cosas.
El hombre escribe una dirección en cachito de periódico y antes de poder decirle gracias un fuerte trueno anuncia una lluvia torrencial que inicia con rapidez por lo que corremos al carro y mientras avanzamos hacia la casa vemos unas camionetas negras ir hacia el pueblo. ¿Nos estarán siguiendo?
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