Cuando me dije prieto,
me miraron las cejas,
las piernas y los dedos.
Mis ojos de avellana,
lo semigrueso de mis labios
y lo quebrado de mi cabello.
Murmuraron:
—¿Por qué te dices así?
Si no estás tan feo.
—Abraza el amor propio,
supera el pasado,
no te nombres así de raro—,
así de libre y sin miedo.
—No es en vano la risa
con la que has luchado,
los chistes que te deshumanizaron
sólo han buscado que digieras tu reflejo
ancestral,
pero quemado.
Tu piel de pirul ahumado,
tu pronunciación de canal o de pantano.
¿Que si tan moreno?
¿Por qué no mi acento es más sureño?
¿Que si tan de barrio?
¿Por qué no visto más ñero?
Cuando me dije prieto,
me negaron,
los mismos que me gritaron
¡Negro!
En la reta del recreo.
"Que hayas sufrido racismo
yo no lo creo".
"Que si te digo hondureño y te amenazo con la migra,
es porque soy un comediante de los buenos".
"Que si te digo que tu familia es de gorilas
o que caminas como cavernícola es porque soy un
comediante de los buenos".
Cuando me dije prieto
hubo revuelo,
fruncieron el ceño
las almas mestizas.
Las mismas que me dijeron
—¡Jiotoso, cara ceniza!
Blanquearon mi cuero mate y tostado,
me dijeron, casi apiñonado,
—Yo no veo color sino tu virilidad y honor—, dijeron.
Cuando me dije prieto
me aconsejaron,
mejorar la autoestima, probar terapia:
teatro, canto,
Que, ¿Cómo me desprecio tanto?
Que no me discrimine,
que cambiara mi vida.
Cuando me dije prieto
mi familia
me abrazó con una sonrisa.
Me dijeron, —Negrito
toma otra quesadilla.
Y —Mira,
cuanto se parece a ti tu sobrina.
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En este artículo:Aguja Imantada, Letras Chidas, Literatura, Poesía Antirracista
Escrito por
Letras Chidas
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