Ahora que sé que me lees, te iré contando las cosas que no pude decirte o las que sí te dije pero no escuchaste. Quizá me faltó voz; o quizá a ti te faltó amor.
Poeta soy yo y poema eres tú.
Y hoy que te vas y mueres,
prepárate para vivir por siempre.
Incluso si falto yo.
Incluso si naces en otras pieles.
Dueles en mi voz,
me dueles hasta en la risa.
En fin, costo de los ayeres...
Y del amor
y sus placeres.
Y que me duelas hoy no es un accidente. Es mala suerte porque al escribir esto dolías de prisa y con la pausa suficiente para disfrutarlo. Mas puede que cuando toque que lo leas yo carezca de memoria y ni recuerde recordarte… o tal vez sí o tal vez no. Eso no lo vas a saber.
Y con esto no te alarmes, es pura melancolía que subyace aquí y que en ocasiones ni siquiera siento. Son reflexiones, son críticas, son guías y también son introspecciones de un sentimiento en su vulgar intento del texto.
Traté de cerrar todo; las ventanas, las puertas y, sin darme cuenta, terminé solo cerrando los ojos. Porque un día tú te fuiste incluso quedándote conmigo. Tú estabas pero ya no eras. Ni cerrando el mar yo iba a encontrarte.
Pero, en fin.
Nos vemos en otra historia, en otro relato, en nuestro abril de cumpleaños…
¿Sabes? Creo que nos veremos solo en líneas mías cuando te escriba algo, y de hecho, ni siquiera yo sé cuándo.
«Solo sé que habré ganado cuando comience a escribir de ti y no para ti… Y tú habrás perdido porque entonces el poema también se quedará conmigo. No como tú que hace tanto te has ido» .
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