Capitulo Tres
Los gritos del convento
Los estudiantes se formaron por estaturas a las afueras del ex convento de San Andrés Apóstol, en el municipio de Epazoyucan, en el Estado de Hidalgo, la excursión de la escuela primaria Aquiles Serdán Alatriste, estaba por concluir después de visitar la zona arqueológica Xihuingo, solo faltaba la visita guiada.
Los alumnos estaban bastante tranquilos para su edad, el lugar daba más miedo que curiosidad. Con su arquitectura colonial y su motivo ceremonial los niños solo podían pensar en que las pirámides eran mas bonitas y menos aburridas.
Con paso suave, pero decidido, entraron a la iglesia mientras el guía relataba la historia del convento; su construcción por los frailes franciscanos alrededor de 1540. Mientras que el 4 «C» avanzaba, se podía ver a los alumnos de sexto más adentro escuchando la importancia de las “tablas de Epazoyucan”, la acústica del lugar permitía oír las diferentes explicaciones de los guías por lo que la atención era fácilmente perdida por los niños.
Tal era el caso de Raúl, quien tan solo se dedicaba a ver las imágenes de los distintos santos, dejando la explicación atrás pues en su mente la idea de que los santos lo seguían con la mirada era lo único en que podía pensar. Sus hermanos habían estado muy obsesionados con un video en donde un hombre aterrador salía de una «cosa» en el suelo, y a pesar de haber pasado varios meses, el aura del lugar lo hacía sentir un escalofrío. Por lo que, al llegar a la fuente del patio central, la curiosidad de asomarse atrajo poderosamente su atención, aprovechado la marea de gente y la distracción del guía decidió que una rápida miradita no haría daño. Y efectivamente una fuente vacía, con marcas de agua fue todo su hallazgo; con decisión buscó a su grupo con la mirada pensado en que hubiera sido increíble encontrar algo.
Un fuerte ruido de agua fluyendo llamó su atención y lo hizo correr hacia adentro del convento, a un cuarto abandonado en donde sobre sale una ventana que iluminaba algunas herramientas y tablas amontonadas, Raúl buscó la fuente del ruido pensando que quizá sería la ventana. Trató de acercarse sin percatarse de que alguien lo observaba desde la puerta. Antes de poder alcanzar la ventana, el ruido paró en seco y un fuerte grito hizo que tropezara con las herramientas y cayera al suelo.
De reojo pudo ver a una mujer con el rostro desfigurado de pie en la puerta, el niño corrió de frente mientras grita y llora desesperada, provocando la atención guías y profesores quienes lo llevaron con algunos padres que acompañaban a los grupos. Buscando la razón del repentino llanto solo alcanzaron a subir a los autobuses para usar el botiquín, antes de que los profesores decidieran partir, Raúl ya se encontraba dormido marcando el fin de esta excursión.
Mientras los niños subieron al autobús murmurando sobre lo que creen que sucedió, un vendedor de pastes fijó la mirada en una de las pequeñas ventanas del convento en donde alcanzó a distinguir una figura; entendió que esa sería una noche agitada y lo mejor sería irse. Sabía que si el primer grito se escuchaba temprano, esa noche llovería. Con media canasta llena emprendió el viaje a casa mientras pensaba en donde vender el resto.
-Ya se va Don Juan, si todavía es temprano-
-Va a llover, tu deberías irte pa´ tu casa también-
El joven se detuvo a ver un cielo azul y despejado mientras Don Juan piensaba que la presencia de este chico, este día solo puede significar problemas.
–¿Usted cree?, no se ve como si fuera a llover
-Créeme, hazte un favor y vete a tu casa-
-Bueno le haré caso, de todos tengo que pasar por unos amigos que quiero conozcan el lugar-
–Tu no entiendes, pero ahí tu si te quieres meter con cosas del de abajo. Buenas noches–
El chico observó como el hombre se alejó con paso cansado y se sintió seguro de que esa noche si se podrá captar algo sólido. Sus pensamientos fueron detenidos por una llamada entrante.
-Elisa… ¿Ya llegas?… Ok te espero aquí en la entrada del convento, tengo un buen presentimiento-
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