En un pequeño taller lleno de herramientas, láminas y piezas metálicas, Don Tomás González Alvarado, de 65 años, da vida a trenes que no solo son réplicas minuciosas de locomotoras reales, sino también un legado de amor, dedicación y resiliencia. Con manos curtidas por el tiempo y el esfuerzo, este artesano ha puesto más de tres décadas de su vida en crear trenes que llevan consigo historias de nostalgia, recuerdos y un profundo cariño por el ferrocarril.
Todo comenzó hace 35 años, cuando un accidente cambió el rumbo de su vida. «No voy a poder trabajar en otras cosas, en algo tengo que invertir mi tiempo», recuerda Don Tomás con orgullo. Antes de su percance, trabajaba como vigilante en la extinta empresa estatal, Ferrocarriles Nacionales de México (NdeM), fue ahí donde surgió su gran pasión aunque, «El amor por los trenes ya nació antes de que me accidentara», confiesa.
Desde niño, fueron parte de su vida, y ese cariño lo llevó a crear sus primeras máquinas con cartón y madera. Después, «las hacía con latas de aceite que solían venderse en las gasolineras de PEMEX» comenta su hijo Bernardino González Pacheco, alias «El Chaka», quien ahora le ayuda a terminar sus trenes a escala. Sin embargo, fue después del accidente que decidió dedicarse por completo a esta labor artística.

Hoy, sus trenes son piezas únicas, elaboradas completamente a mano. Cada locomotora lleva consigo horas de dedicación, precisión y paciencia. «Tres meses me toma hacer un tren», explica Don Tomás mientras corta, suelda y pule cada pieza con esmero. Las ruedas, el cuerpo, los detalles decorativos y hasta los durmientes de madera que sostienen las vías son creados con un nivel de detalle que sorprende a cualquiera.
«Ahora ya casi me falta nomás que los haga caminar solitos», bromea con una sonrisa.Don Tomás Alvarado
Pero detrás de cada máquinita hay más que un trabajo artesanal. Para Don Tomás, esta labor es también una terapia. «Es mi entretenimiento de todo el día. Hace que se me olviden los dolores que a veces me dan», confiesa. Aunque lo ve como un trabajo, también es una forma de mantenerse activo y conectado con su pasión. «A veces son las 6 o 7 de la tarde y todavía estoy aquí, porque me digo: ‘Voy a hacer esto y hasta que lo acabe me voy’».
Sus clientes, en su mayoría exferrocarrileros y amantes de los trenes, buscan en sus piezas un pedazo de historia. «Quieren tener un recuerdo en su casa de donde anduvieron trabajando», explica. Cada trabajo es personalizado según las peticiones del cliente, desde el número de locomotora hasta los colores y detalles decorativos. Incluso, algunos han esperado hasta tres años para recibir su encargo, pero la espera vale la pena. «Siempre nos han quedado bien», dice con orgullo.
Don Tomás no está solo en esta actividad. Su hijo, «El Chaka» se ha involucrado en el proceso y ahora se encarga de los detalles de pintura, decoración y envíos, mientras que otros familiares aveces lo apoyan en la gestión de pedidos.
Aunque sus nietos aún no muestran interés en continuar con el oficio, Don Tomás espera que, con el tiempo, alguien más se sume a esta tradición.
Para él, cada tren es más que una pieza artesanal; es un puente entre el pasado y el presente, un recordatorio de la importancia que tuvo el ferrocarril en México y una forma de llevar nostalgia a los hogares de quienes atesoran esos recuerdos.
«La gente dice: ‘Yo quiero un ferrocarril porque recuerdo aquellos años…»Don Tomás González
Don Tomás González Alvarado es un ejemplo de cómo la pasión y la perseverancia pueden transformar una adversidad en una obra de arte. Sus trenes no solo son un tributo al ferrocarril, sino también un legado de amor, dedicación y resiliencia que seguirá rodando por las vías del tiempo.
Para realizar pedidos a Don Tomás
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