Fue aquel día cuando cayó el atardecer que supo su verdad, tenía que decir adiós, adiós a su compañía placentera y llena de paz, adiós a sus muchas pláticas tontas y llenas de sabiduría, a sus muchos desacuerdos y discusiones. Decirle adiós a cada una de las llamadas para pasar el rato, decirle adiós a las veces que con ansias esperaba salir en su compañía. Fue aquel día cuando cayó el atardecer que pudo mirarlo y saber por fin que debía decirle adiós; se acercó a él y lo tomó en sus brazos, después de varios segundos lo separó de su cuerpo y en un tono quebradizo le confesó estar enamorado de él, que debía decirle adiós. No quiero seguir esperando algo que sé que no pasará en esta vida, quizá en alguna otra.
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