Monólogo | Masa, ya no estoy, energía esparcida por la piel, y la calle sigue ahí, pero ahora sé que no es lo que conocí. El vacío viene a susurrarme al oído la existencia de otros mundos y comprobarme que mi existencia no está donde yo acordé. La llama se extingue entre mis dedos y nada volverá a ser igual; es mi vida, es mi espacio, es mi mente en el recuerdo de un mundo similar.
Ahora, encerrado en un cuerpo asignado por algún dios agonizante. Maldito bastardo incomprensivo, injusto seudoartista de quimeras, arcano de mentiras y para mentir. Este cuerpo turbado por la incomprensible latitud lunar, por el desencanto acumulado de inenarrables episodios, convertido por siempre en la aturdida verdad de la espera. Alto, muy alto quedó la ilusión de vida eterna y lejos, muy lejos, quedaron todas las ambiciones corroídas en el camino a la eternidad.
Poco a poco la noche viste de negro el ambiente, lo oscurece, lo encierra en sus horas malditas. Ahí todo puede ocurrir. Un espíritu roto, una promesa no cumplida, un demonio liberado, un recuerdo doloroso. Eso viene esta noche, como todas las demás.
¿Qué dolor debe ser tan fuerte y cruel para lograr olvidarse de sí mismo? Olvidar la desesperanza y el dolor intenso del cuerpo en añicos, con el jugo de vida derramado después del dedo fuego en la cabeza embarrando con roja escarcha la pared. Creo que dejaré este absurdo planeta, mezquino y soberbio, así podría sentirme como en casa, tal vez.
Con la imagen del fantasma grotesco y abominable, en pocos días tragaré mi interior y comenzaré a huir entre las voces de la noche, acompañado siempre de un alarido de ahogo y dolor, sintiendo esas tremendas ganas de morir con la angustia a cuestas. El suicidio ha dejado de rasgar mi piel y taciturno me levanto en fuegos espirales sobre niebla baja. Los huesos desnudos comienzan una saturación natural y el dolor deja su magnificencia sobre mí, como acero fundido cayendo sobre la piel
…ahora todo es normal de nuevo.
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