La autocrítica es una gran virtud que permite reflexionar sobre los alcances, limitaciones y oportunidades que se tienen como persona. Para cualquier profesional dicho recurso facilita el crecimiento en todo ámbito, incluso, en el personal.
No obstante, quienes se cierran a ello, o bien, rehuyen al juicio fundamentado que realizan las otras personas reflejan cierta intolerancia y soberbia ante la crítica. Peor aún, si se trata de personajes importantes para la vida nacional.
Si bien, hay que saber diferenciar las expresiones malintencionadas de las observaciones con fundamento, y más en la política; desde luego, cuando ocurren acontecimientos que trastocan las fibras sensibles de las personas, se debe ser aún más mesurado.
En los días recientes, el primer mandatario de nuestro país, Andrés Manuel López Obrador, ha acusado una «campaña de linchamiento mediático» en su contra, tras los infortunados sucesos en la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México. Habría que preguntarles a las familias de las víctimas cómo se sienten al respecto, a ver si opinan lo mismo.
Desde luego, en vísperas electorales no es de sorprenderse que haya actores oportunistas, que, como el jefe del ejecutivo, carezcan de autocrítica y exigen el esclarecimiento de los hechos y «castigo a los responsables», cuando decenas de acontecimientos en diferentes gestiones de las que ellos fueron responsables, quedaron sin resolver.
Ahora bien, si de linchamiento mediático se habla, también habría que cuestionar el tipo de periodismo que algunos medios llevan a cabo. Allí es más complicado de lo que parece, pues ante la economía de mercado, las industrias culturales, en palabras de los eruditos frankfurtianos, buscan acaparar la atención de las audiencias a toda costa.
Al respecto, diversos artículos científicos apuntan a que ante la escasa comunicación para la prevención del riesgo de desastres, los medios han optado por hacer de ello, un espectáculo. Basta ver la dramatización de los distintos casos de las víctimas, que, suficiente tienen con afrontar la pérdida de sus seres queridos, como para exhibir su delicada situación.
En efecto. La autocrítica tendría que ser esa gran virtud de las personas. No obstante, es un aspecto que, por desgracia, no vemos ni en la penosa oposición ni en los medios, y mucho menos, en la administración federal, que, a como marcha todo, no tardaremos en ver a destapados y destapadas para ciertos cargos, mientras que el caso de la línea 12, quedará resuelto a medias por cuestión de intereses, tal y como sucedió con Cienfuegos o Lozoya. Tal vez, hasta los culpables terminen libres y «devolviendo» parte del botín, tal y como Ancira.
Sin duda, la transformación prometida no habrá sido más que un experimento con resultados positivos, negativos y mediocres. Esta semana, han abundado los últimos dos. Ojalá y la experiencia de la trágica Línea 12 del Metro sirva para tomar las decisiones correctas. O por lo menos, para hacer de esta administración una más tolerante a la crítica.
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