No importa cuántas personas hayan llegado a mi vida siempre estaba condenado a sentir la soledad. Siempre, absolutamente siempre termina en repleta soledad. Con un poco de música, cigarrillos y, la poesía. No había tanto que ofrecer y tenía tanto por sentir. Estaba harto de experimentar la melancolía día y noche, era el constate sufrimiento. "Ya no puedo seguir, cada día es más complicado. Estoy gritando en silencio que me salven…"
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He buscado consuelo en alcohol, cigarros, vicios sin sentido; en brazos, en besos, en caricias incluso, pero es terrible compartir la vida con maniquíes. Todos jugando a sentir menos, ha expresiones nulas y yo jugando a ser mi propio epitafio. Incluso he pensado en dejar la poesía, estoy escribiendo esto sin sentido, recordando los mismos ojos de siempre; aquellos ojos que al irse, hicieron llorar a los míos.
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Que suerte tienen las personas que se aman mutuamente. Vaya fortuna la suya de aquellos que no aman, ni pretenden hacerlo, que se mantienen intactos en sentidos sentimentales No imaginas lo afortunado que eres de no amar, de que no te amen, incluso de buscar el amor. Eres muy inteligente de mantenerte lejos de todo eso; te hacen ser invicto, intacto, imposible de sufrir.
Yo, bueno, yo quisiera ser como antes que nada me afectaba, que todo lo que tocaba terminaba solo alejándose sin un efecto aparente. No sé si pueda encontrar a alguien que soporte el peso de la sustancia de mi torpe vida, hoy solo me importa la literatura. Dejar unos buenos o no tan malos poemas. Beber una cerveza acompañada de un cigarrillo y en la última lágrima, amar y entregarme nuevamente a la soledad.
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Escrito por
Brandon Santillán Velázquez
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