Un día dejaste de estar a mi lado, porque así lo "quiso Dios". Fue lo que muchas personas me dijeron, agregando que tu tiempo en este plano se había terminado. Pero, yo creo que aún te faltaba mucho por compartir conmigo. No sé si es cierto, este cuento de encontrar un cielo o un infierno al momento que morimos. Pero estoy seguro que agradezco cada experiencia y aprendizaje que dejaste en mí.
Han pasado ya varios años desde que te marchaste y aún llueve en mis ojos cuando te recuerdo. Cuando echo de menos tus risas y, tus historias de vida. Me resulta casi imposible aceptar incluso, la peor noticia que he recibido, habías fallecido. Mis ojos se inundaron por días enteros. Tu casa dejo de ser alegría y, se convirtió en soledad, tu cama y tus cosas quedaron intactas; para siempre recordarte.
Probablemente todos tenemos una misión y, al cumplirla, morimos. Pero si Dios existe, es egoísta. Te llamó para estar con él y a nosotros nos dejó un hueco enorme en el corazón. Espero que en alguna otra vida podamos coincidir. Ojalá y me regalaras aún más de lo que ya lo haz hecho. Ahora tú tienes alas y yo una tristeza profunda.
Que irónica que es la vida. Que graciosa es también. Pareciera que a veces te invita un café y te invita a disfrutar de lo maravillosa que es y al día siguiente te esta dando una golpiza fatal. Pero me he estado acostumbrando; a veces creo que le llevo ya ventaja. Porque bien sé, que el apego emocional siempre termina mal. Así que me he alejado de la mayoría de las personas que estimo, para ya no sufrir cuando tengan que partir.
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Escrito por
Brandon Santillán Velázquez
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