Hace poco tuve la buena experiencia de hacer una estancia de investigación en Miami, Florida, uno de los temas que siguen rondando en mi cabeza es la forma en cómo se estructura una sociedad a partir de la legalización de la marihuana con fines medicinales y recreativos. Hace apenas unos meses en México se discutía sobre este tema: legalización de la marihuana a niveles recreativos. No me considero una consumidora de marihuana, es un proceso que siempre he pensado que actúa de distintas formas y tiene diferentes reacciones en cada organismo, pero baso mis comentarios en los ojos de una transeúnte que le apasiona observar prácticas sociales.
Algo que me hizo decidir no consumir marihuana eran los efectos de angustia que me producían, sudor excesivo en las manos y un palpitar muy rápido en el corazón, en mi experiencia personal, no la consumo de forma recreativa, sin embargo respeto las decisiones de cada persona en hacerlo. Me causa mucha curiosidad las sociedades donde está legalizada. En México la idea de legalizarla viene dentro de un discurso de seguridad frente al crimen organizado, pues con la apertura al comercio, la violencia y la criminalización puede reducirse. Con esta idea comencé a observar la dinámica cotidiana en Miami, Florida, no puedo ser certera en las observaciones que a mi parecer fueron muy fugaces y carecieron de profundidad; pero lo que una sociedad como esa podía ofrecerme a la vista era la forma de organización social en torno a la venta y consumo de la marihuana. Clínicas con tratamientos a base de CBD (aceite de cannabidiol), farmacias con productos cannábicos, supermercados con enseres de uso doméstico, alimenticio y recreativo.
Los espacios geográficos tienen características sensoriales particulares, hay lugares de la Ciudad de México que se caracterizan por sus olores, si me preguntan a qué huele Miami Beach, yo les respondería que a marihuana. El consumo se liberó y a su vez los espacios se han inundado de consumidores, puedo decir que con la luz del día eso no implicaba para mi un riesgo, no dudo que con la oscuridad de la noche sí. Lo que más me causó impacto fue la normalización del consumo, al escuchar a un pequeño niño decir a su madre mientras caminaba por las calles de Miami, que aquel lugar olía mucho a marihuana, yo me preguntaba sorprendida ¿cómo ese pequeño niño identifica el origen de ese olor? ¿es permisible ese grado de normalidad para los grupos de población infantil?, ¿hasta dónde esa normalidad nos puede afectar o beneficiar como sociedad? No quiero equiparar mi opinión a un asunto moral sino sociológico, en el sentido de pensar y defender las causas justas de la sociedad. Pero hasta qué punto podremos lidiar como humanidad con elementos como los psicotrópicos (no me refiero al CBD –recomiendo ver la diferencia entre el CBD y THC), pero por otro lado la revolución de la medicina alópata que nos ha aproximado más al mundo de lo natural, a la reconexión con las plantas y lo orgánico, claro está, dependiendo del origen de estos elementos.
Muchas ideas surgen de esto, sobre todo la que me obliga a reflexionar sobre los riesgos de la legalización de la marihuana, en el sentido de quienes se apoderen de su comercialización en un sistema capitalista, que más de una vez nos ha demostrado como en el caso de la industria farmacéutica, que no le interesa el cuerpo, ni la salud de las personas, solamente la producción y el enriquecimiento en masa. Entonces, mi pregunta es cómo hacer sociedades más amigables con las y los consumidores; y con las personas que deciden no hacerlo, sin afectar su espacio público y privado, bajo términos de respeto y libre elección sobre el cuerpo?
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