- Terminal AVM Jorobas-Central del Norte, CDMX
Comenzamos nuestro recorrido (saliendo de casa) con una mañana calurosa a pesar de la temprana hora, 09:00 a.m. A nuestra llegada a la terminal de autobuses AVM en Jorobas, Huehuetoca, mi amiga y yo (dos jóvenes estudiantes con bastante energía) entramos y nos acercamos a la taquilla para comprar nuestros boletos. La atención del personal fue rápida y agradable, cabe mencionar que en esta época de Semana Santa como en cualquier otro periodo vacacional los estudiantes pagan el 50% de su pasaje. ¡Así que aprovechamos!.
Al paso de 1 minuto, abordamos el transporte que nos llevaría a nuestro destino, no sin antes recibir un saludo muy amable del operador que nos dio la bienvenida en la entrada del ‘bus´ diciendo lo siguiente:
—Buenos días, permítanme sus boletos, por favor (sonriendo).
Iniciamos la aventura, siendo las 9:37 a.m., con la emoción de visitar el Castillo de Chapultepec, un museo más por descubrir. Conforme íbamos avanzando, a través de las ventanillas era evidente la afluencia de tráfico a pesar de ser un día festivo, pero creo que suena lógico, mientras unos salen de la Ciudad otros aprovechan para visitarla y quedar sorprendidos por la cultura gastronómica y arquitectónica y todo aquello que pueda ofrecer a propios y extraños.
❖ Central del Norte – Entrada a Castillo de Chapultepec
A nuestro arribo a la Central, 11:00 a.m., estiramos las piernas y descendimos del autobús, posteriormente aprovechamos para ir al sanitario, pues es complicado «aguantarse las ganas» como se dice coloquialmente, tomando en cuenta que permaneces sentado más de una hora y no hay chance de ‘una firma’.
Más adelante, continuamos para llegar lo antes posible. No obstante, al seguir caminando por el lugar, era imposible no escuchar las conversaciones de la gente, ya sea de adultos como de niños expresando frases como:
¿A dónde te diriges? ¿Con quién vas? ¿Cuándo regresas? ¿Qué tal el tráfico? ¿En cuánto te dieron los boletos? ¿Y los niños? ¿Cerraste bien la casa?, diviértanse…
Por otro lado, aunque la ciudad está «menos llena», otros nacionales y extranjeros la aprovechan, lo que rara vez disminuye su aglomeración vehicular por las calles de Eje Central, ¡Paseo de la Reforma! y Av. Juárez, por ejemplo.
Saliendo de la terminal tomamos el Trolebús, un camión color azul que emite cero emisiones de carbono, y por supuesto, muy económico, creo que $5.00 pesos no es mucho. En fin, nosotros bajamos frente Palacio de Bellas Artes, un bello recinto cultural ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, considerado el más importante en la manifestación de las artes en el país, y una de las casas de ópera más renombradas del mundo. Para no ser la primera vez que lo visitamos, siempre quedamos sorprendidos con su arquitectura.
Llegando a este punto, decidimos sacar la cámara, digo, para comenzar a hacer fotografías y que fueran recuerdo de una visita más a la gran Tenochtitlan, pero ¡ups!, nos percatamos que nuestro equipo no contaba con memoria, por lo que iba era imposible usarla, pero no fue así. Intentamos que no decayeran los ánimos y estuvimos buscando un lugar donde obviamente vendieran tarjetas. Fuimos a un local y no vendían, pasamos a otro y tampoco…. Después de recorrer una cuadra, finalmente encontramos un negocio que vendían bocinas, audífonos, cargadores y lo que nosotros estábamos buscando. Me acerqué y pregunté por una de 2 GB, pero la más pequeña era de 4 GB, y pues ni modo, la compré. Debíamos buscarle una solución a nuestro problema y no enojarnos, —¡Íbamos a disfrutar, carajo!.
Al paso de unos minutos, transcurrimos por avenida Juárez, y conforme caminábamos veíamos a turistas encantados, y con un gran semblante (hombres, mujeres, niños, niñas, muchachos) que sin conocer su nacionalidad no pasan desapercibidos ya que, si no es por su color de piel, su altura, su idioma, color de cabello… los identificamos de inmediato, al igual que si nosotros fuéramos a su país seriamos reconocibles.
Sin embargo, en medio de sus conversaciones escuchamos que uno de los palacios que mas les agradan es Bellas Artes, y eso sin entablar comunicación con ellos, que de lo contrario nos dirían mucho más de lo que nuestros oídos son capaces de percibir.
Seguimos y terminamos de cruzar la avenida para incorporarnos a «Paseo de la Reforma», no sin antes pasar a comer a uno de estos lugares de comida rápida, Kentucky Fried Chiken, pues el reloj marcaba la 1 de la tarde y hacía hambre. Entramos, ordenamos y comimos. No tardamos ni 20 minutos cuando ya estábamos afuera, pues se nos hacia tarde para llegar al Castillo, tomando en cuenta que su horario de servicio es de 9:00 a.m. a 17:00 p.m. de martes a domingo, sin olvidar que seguramente habría bastante gente haciendo fila para ingresar. De hecho, uno de nuestros planes no era comer, sino hasta salir de Chapultepec, creíamos que no nos alcanzaría el día, pero la ‘tripa’ ya nos pedía a gritos alimento así que entretuvimos por un rato la ‘barriga’, como decimos los mexicanos
Ahora bien, solamente uno de nosotros portaba tarjeta de Metrobús y suponíamos que cada uno debía tener la suya, así que transitamos y salimos a la Torre del Caballito, un edificio ubicado en el Paseo de la Reforma #10, Delegación Cuauhtémoc en la Ciudad de México y a tan sólo unos metros se encuentra la “Torre Prisma” y el Edificio “El Moro” sede de la Lotería Nacional.
De todas formas, llegamos a la estación de este transporte color rojo y al entrar quisimos comprar una tarjeta, pero la oficial nos comentó que ahí solamente se podía recargar, así que nos regresamos a “Hidalgo”, una parada antes que hace cruce con la “Alameda Central” este famoso parque público del Centro Histórico de la Ciudad de México la cual data del año 1592, y se clasifica como el más antiguo jardín público de México y de América. Ahora sí, al entrar a la estación compramos una tarjeta más y esperamos el autobús que nos llevara a donde queríamos llegar. Mi amiga y yo estábamos emocionados porque cumpliríamos con visitar un museo y que se anexaría a nuestra lista. Al subirnos nos pasamos al segundo piso y al igual que nosotros, las demás personas hablaban de sus experiencias al corazón financiero de la metrópoli. Mismas que hacían referencia:
La primera vez que vine a la Ciudad fue hace un mes, yo no conocía el ángel,
Vine con mis hijos, ¿Esto ya es Reforma?, entre otras frases que escuchamos y las cuales quedan como anécdotas.
Finalmente, bajamos del Metrobús y cruzamos la famosa avenida a la altura del Ángel de la Independencia, (sitio que luce de forma espectacular en distintas épocas del año gracias al labor que realizan miles de barrenderos), punto estratégico para
corporativos, embajadas y franquicias de todo tipo, este emblemático monumento de la CDMX y en el cual es común tomarse fotografías cada vez que se visita este lugar, mismas que abundan en redes sociales una y otra vez de forma diaria.
Más adelante, nos dirigimos a la entrada al Bosque de Chapultepec I sección y justamente en el portón de acceso fuimos testigos de insectos monumentales, pues nos enteramos días antes de que habría un festival precisamente de estos bichos, cuya función es importante en nuestro ecosistema.
Familias completas y niños asombrados corrían emocionados a tocar las gigantescas patas y alas de estos animales y por supuesto a tomarse las fotografías del recuerdo. De igual forma, y no por darle menos importancia se escuchaba el ruido de los autos, pues por esta avenida se conectan varias alcaldías y diariamente cientos de vehículos hacen uso de ella para trasladarse a sus trabajos o salir de la Ciudad. Varios metros nos separaban del acceso al Castillo, pues para ser nuestra primera vez en visitarlo no creíamos que estaría retirado y que la subida sería tan pesada, pero no fue así.
Finalmente vimos la taquilla y nos percatamos que había gente esperando su turno, pero pensamos que era para otro evento ¡pero noooooo!, era la fila para entrar. Fue así que más y más personas estaban mas que listos, entre ellos turistas que por su acento eran de origen inglés o español, y uno que otro asiático.
Fuimos pacientes y logramos avanzar rápido, hasta eso que no fue pesada la espera (pero sí la subida) y llegamos “de bolón pimpón”. De repente y a pocos pasos de entrar se nos acerca una mujer para decirnos, con voz baja, que si era posible que le compráramos dos boletos y que ella nos pagaba uno, con tal de no formarse y esperar un largo tiempo, pues para la hora que era ya no le daría chance de poder entrar y disfrutar ampliamente del museo. Revisando mi reloj ya eran las 14:30 p.m.
¡ENTRAMOS! La gran oportunidad de apreciar pinturas, tapizados y objetos como carruajes, instrumentos de cocina, entretenimiento, joyas, relojes, vestimentas tanto de hombres, mujeres y niños de su época. Fue impresionante la forma en la que vivían personas como el archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo y su esposa, la princesa Carlota de Bélgica, personajes que se embarcaron en la misión de instaurar un imperio francés en México en el siglo XIX y entre otros personajes históricos como Benito Juárez. Asimismo, fue asombroso ver la riqueza en todas sus expresiones, tales como:
TEXTILES: En su mayoría, la adquisición de vestimentas provenía de sastres mexicanos. Sin embargo, en esa época, los modistos europeos eran un referente mundial por sus aportaciones a la creación de la industria del vestido como la conocemos hoy en día. Para ese entonces, en el siglo XIX, aparece Charles Frederick Worth, padre de la alta costura. Este personaje influye fuertemente en la moda de México durante el Porfiriato. Los textiles con los que se confeccionaba la ropa eran, en su gran mayoría, de algodón, manta, lana o lino. Por otro lado, las personas que podían darse el lujo de vestir prendas finas traídas desde Francia, usaban telas como encajes o sedas.
JOYERIA: En cuanto a lo joyería resaltaban las ideologías en relación con el uso del coral, esqueletos ubicados en el fondo del mar, y su función dentro de la alta sociedad del imperio francés instaurado en México en el siglo XIX. Los relojes no podían faltar en los personajes mas importantes de aquella época, pues las manecillas, el armazón e incluso eran de este material preciado.
TRANSPORTE: Uno de los transportes más renombradas en aquella época fue La casa de Cesare Scala de Milán, Italia, elaborado hacia 1864. Este carruaje de gaña acompañó a Maximiliano en su viaje a México, y utilizado en contables ocasiones por él. Sus molduras eran de plata y bronce, esculturas de niños y ángeles y escudos imperiales.
❖ Salida de Chapultepec – Gorditas de Sevilla
Finalmente, dimos por terminada nuestra visita al Museo Nacional de Historia, no sin antes reconocer los cuidados que mantiene este castillo. Se crea y se percibe un gran ambiente armonioso que entre sus fuentes y sus jardines otorgan una vista excepcional, gracias a los jardineros que con su creatividad y esmero logran establecer un paisaje memorable.
Bueno, ahora sí ya era momento de ir a comer. Habíamos visto a través de redes sociales que existía un lugar famoso por sus garnachas llamado “Las gorditas de Sevilla” así que decidimos “poner pies en polvorosa”. Sabíamos que por su nombre se ubicaba en la estación “Sevilla”, obviamente, pero para irnos caminando no sabíamos cómo llegar así que no dudamos en preguntarle a un oficial, él muy amable nos dijo que dos cuadras más adelante diéramos vuelta a la izquierda y después a la derecha hasta llegar a Avenida Chapultepec y a unos cuantos pasos se ubicaba este negocios. Nos sorprendimos al llegar ya que pensamos que era un negocio bastante amplio, pero no nos importó, pues el hambre era más canija y ansiábamos degustar la famosísima gordihuerfana. ¿Nos preguntaremos a qué se refiere este platillo? Pues se los diré: —Es una gordita de chicharrón que por sus dimensiones es de 12 centímetros de radio. Bastante llenadora cabe decir, pues mezcla varios tipos de carne, tales como: chicharrón prensado, carnitas, pierna, suadero y quesillo. Claro, con su respectiva salsa que ¡no estaba buena pero bien que picaba!. Ah y no podía faltar su refresco que por tradición es una Coca Cola ¡bien friaaaaa!.
Después de degustar nuestras gordihuerfanas, llegó la hora de pagar. Realmente no son costosas, creímos que por su tamaño su precio sería elevado, ¡pero noooo! Pagamos la módica cantidad de $220 pesos. 2 gorditas y 3 refrescos.
Nos retiramos y el reloj marcaba las 18:30 horas, emprendimos el regreso y al paso de 1 hora ya estábamos en la Alameda Central, listos para tomar el trolebús y dirigirnos a casa, sanos y salvos. Eso sí, con la agradable visita a la Ciudad, al museo y con la barriga llena.
Fue así como terminó un día completo en la CDMX y con una experiencia más por contar cuando alguien más decida venir a este museo.