Siempre es lo mismo, todos los finales son tristes. Sin embargo, son necesarios. Todo lo que hay en esta vida tiene que acabar y es que en este mundo tan efímero, todo tiene un tiempo y lugar.
Estamos aquí frente al final y no deja de ser triste. Nuestra vida es solo un cúmulo de finales pero lo que en realidad nos duele más que en algún punto lo deseamos, casi siempre al principio.
Los principios son difíciles llenos de esperanza, con miedo al fracaso, con estima por el futuro, con melancolía al pasado. Un cúmulo de emociones que, como un torbellino, nos lleva de apoco a un punto de comodidad al que llamamos normalidad.
Y es a la mitad del camino en que en realidad existe un poco de tranquilidad, con sus altas y bajas pero tranquilidad de a poco nos llenan de recuerdos y de emociones nuestra vida se lleva de entre finales y principios.
Nacemos para vivir, experimentar, crecer, caer, levantarse y sobrevivir.
Es cuestión de madurez enfrentar los finales nos hace crecer mientras que los inicios nos recuerdan la felicidad de la inmadurez.
Por ahora solo voy a sobrevivir para poco a poco empezar a vivir.
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