Una mañana de sábado, Mateo, después de desayunar los chilaquiles que le prepara su esposa Guadalupe en una de sus habituales resacas, subió las reses al carruaje para llevárselas a Don Chirino, su socio y mejor amigo desde los 10 años. Partió desde su terreno en las faldas del cerro Ápate hasta el centro del pueblo “El Contentillo” donde se encontraba el negocio de su amigo.
Una vez que llegó a la carnicería “El amor todo lo puede”, bajó de su troca y le gritó a su amigo: ¡Quiubo Chirino! ¿Qué tal la cruz de Veracruz?, Para la siguiente no te dejo ganar en las cartas, ya me has ganado mucho.
—No sabes perder cabrón, siempre lo quieres arreglar a golpes o a billetazos, toda la vida has sido así— respondió Chirino con un tono burlesco.
—Al rato que nos encontremos en “La Escapadita” te voy a bajar todo, hasta los calzones.
Llegó la noche y se encontraron en la cantina, entre bullicio, música de banda, cervezas, tequila y mezcales inició su juego, entre más pasaba el tiempo, se vaciaban las botellas y la cartera de Mateo hacía lo propio. Otra noche de pérdidas.
—Ya te chingué todo, estás acabado, nomás no te quito la dignidad porque esa ya la perdiste cuando te casaste con la vieja que Ramiro dejó soltera para convertirse en padre— entre risas y embriaguez dijo Chirino.
—Ese son no me lo toques porque sabes que te rompo la madre— advirtió Mateo. Se paró, estrelló la botella de vidrio en la mesa, se cortó la mano (No supo si le dolió más el corte de su mano o las palabras de su amigo) a lo macho fingió que no sentía dolor, se quitó la camisa para hacer un torniquete que detuviera el sangrado y se marchó de “La Escapadita”.
Subió a su camioneta, rumbo a su casa, sabía que ahí estaría Guadalupe para reconfortar la humillación pública y su borrachera, apresuró el paso, descendió de su camioneta y corrió a los brazos de su amada como lo hace un niño que extraña a su madre. El rechazo de Guadalupe fue notorio: —¿Otra vez vienes hasta las chanclas y sin dinero?— preguntó la esposa con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Eso qué te importa mujer, yo llego a la casa para verte y quiero que me des amor— respondió arrodillado en el piso.
—Siempre es lo mismo contigo Mateo, ya te dije que te quites esas ideas absurdas de la cabeza. Soy tu esposa pero no soy de tu propiedad. — agregó Guadalupe con voz decidida.
—Estoy harto de no ser lo suficiente para ti— dijo entre lágrimas.
—¡Te doy todo!— gritó.
—y tú sólo me das un beso de vez en cuando y unos chilaquiles por la mañana— siguió.
—tienes la mejor casa, con la mejor vista, con un espacio grande, te visto con esos vestidos de flores tan caros que te empeñas en usar para llamar la atención de todos— concluyó con el rostro enfurecido.
—¿Otra vez con tus lágrimas manipuladoras?— cuestionó Guadalupe.
—Deja de beber y ser machista, la casa en la que vivimos es terreno de tus padres pero la construimos entre los dos— aseguró desesperada.
—No todo se trata de ti, de tus negocios y tus borracheras, todo es mío, yo trabajé por conseguir todo lo que tengo, amo mi trabajo, tomo mis decisiones y me siento orgullosa por ello— aclaró con templanza.
Mateo con lágrimas en los ojos y fuera de sí, extrae un cuchillo de su bolsillo. Amenaza con quitarse la vida: —Ya no quiero vivir, no soporto ser insuficiente para ti— murmuró con el cuchillo sobre el cuello, empuñado con pulso tembloroso, mirando fijamente a Guadalupe .
En consecuencia, ella pateó la mano que empuñaba el cuchillo, forcejearon un poco hasta que logró hacerse del punzocortante. Puso el cuchillo sobre la mesa.
—Iré a sentarme a la piedra que mira hacia al cerro y no quiero que me sigas— advirtió y salió de la casa con dirección al cerro. Mateo asintió con la cabeza y en un completo estado etílico se quedó dormido en el piso…
Son las ocho en punto, otro día con terribles noticias para el pueblo de “El Contentillo”, se encontró un baúl a la orilla del cerro Ápate con restos de lo que, presuntamente, son las pertenencias materiales y partes humanas mutiladas con presencia de sangre fresca que pertenecen a los cuerpos de dos personas de la zona. Tengan cuidado, el asesino puede estar cerca —se escucha esto en la voz del locutor local en la radio altavoz de la carnicería “El amor todo lo puede”—.
Don Chirino, como todas las mañanas, se despertó antes de que saliera el sol para iniciar labores; una vez que abrió su local, se dedicó a limpiar su espacio de trabajo para recibir a sus clientes y proveedores. A pesar de ser domingo de misa, no hay mucha gente en la iglesia que queda frente a su negocio, se para frente al recinto y pregunta a la multitud desconcertada: —¿Qué está pasando?—
—El padre Ramiro no está, nadie puede oficiar la misa— Contesta una viejecilla triste.
Acto seguido, Arturito (el hijo de Don Chirino) grita: ¡En el baúl del cerro está la sotana del padre, el vestido floreado de Guadalupe y sus dedos con anillos!
—¿Cómo sabes chamaco mentiroso?— agregó la viejecilla.
— Fui al cerro a pasear con mi perro y lo vimos con nuestros propios ojos— aseguró Arturito.
—¿No es así, Rulfo?
—Guau, guau— confirmó el perro Rulfo con un movimiento de cola acelerado y un giro que termina parado en sus dos patas traseras.
Una vez que se supo la noticia, las autoridades y los habitantes de “El Contentillo” llegaron a la orilla del cerro de Ápate donde encontraron el baúl con la sotana del padre, el vestido floreado de Guadalupe y un par de dedos con anillos con sus nombres grabados.
Mateo entre sueños escucha a la multitud, se despierta, encuentra su cuchillo en la mesa y lo mete en su bolsillo, busca a Guadalupe por toda la casa, sale a buscarla al cerro, todos lo ven ebrio y ensangrentado, se dirige hasta el baúl, se desploma al ver lo que hay dentro. Se escucha a lo lejos: —Mateo, queda arrestado por el asesinato de Guadalupe y el padre Ramiro.
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Persona y personaje. Comunicador-comunicólogo por convicción; un ser humano entusiasta de temas de carácter colectivo, interesado en causas sociales, gustoso de escribir para contar historias en distintos formatos y, cuando se puede, humorista.
MatthewJunny
20 de septiembre de 2021 en 08:02
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